Lo mejor es que los hijos se vayan...
Recuerdo como si fuera ayer, el día en que estaba ayudándole a mi hijo a empacar sus cosas cuando iba a irse a la universidad. Estábamos en su habitación hablando de su viaje y sus planes futuros, de pronto paró de hablar y mirándome fijamente a los ojos me dijo: Mami, tu estas consciente que el día que yo me vaya para la Universidad no volveré a esta casa... En ese momento, sentí que el mundo se hundía a mis pies. Sentí como si se me desgarrara el corazón, una tristeza profunda me invadió… Me paralicé, no supe qué decir, lo único que atiné a hacer fue irme a mi habitación y encerrarme a llorar sin consuelo.
Cuando tuve a mis hijos, mi gran sueño era que fueran niños independientes, capaces de enfrentar todos los retos de la vida. Niños adaptables, que no tuvieran miedo a las nuevas experiencias, autosuficientes, valientes y recursivos. Por esta razón desde que mis hijos cumplieron 1 año empezaron a ir a la guardería.
Para mi esposo y yo era importante que mis hijos estuvieran rodeados de personas diferentes a nosotros, para darles la oportunidad desde temprana edad de generar habilidades sociales y adaptabilidad. Desde que cumplieron 2 años, ya iban a campos de verano.
Para mi fortuna el trabajo de mi esposo fue en gran parte responsable de que ese sueño se hiciera realidad, pues él siempre ha trabajado en empresas multinacionales y desde que nos casamos hemos tenido que mudarnos a muchos lugares. Desde que mis hijos nacieron hasta que tuvieron 4 años, vivimos en 4 diferentes países. Esto reforzó aún más esas habilidades de adaptabilidad y resiliencia que yo siempre había querido para ellos.
Sentada aquí escribiendo, recuerdo como si fuera ayer, el primer día que mi hijo menor fue al campo de verano. Llevaba en sus espaldas un morral más grande que él, y bajándose del carro lo veo diciéndome adiós con esos ojos llenos de expectativa y alegría por esta nueva aventura. Recuerdo el orgullo y las lágrimas que brotaron de mis ojos ese día. Mi hijo no le tenía miedo a nada en ese momento, estaba feliz, y confiado. Él sabía que ese iba a ser un día maravilloso, y en realidad, así fue.
Yo ese día entendí que estábamos haciendo las cosas bien y que lo que habíamos soñado para nuestros hijos, estaba sucediendo.
Sin embargo, 15 años después, viendo a mi hijo, empacando cada una de sus pertenencias en una maleta sin tiquete de regreso, era algo para lo que no estaba preparada. Una cosa es querer que los hijos sean independientes, otra cosa es verlos irse irremediablemente…
Aquí voy a contarles mi experiencia, después de que mis dos hijos se fueron lejos de casa, las reflexiones que he hecho y lo que me ha ayudado a superar este difícil momento.
Qué sucede cuando los hijos se van?
He llegado a la conclusión de que lo que haces por mucho tiempo deja de ser lo que haces para convertirse en lo que eres, eso se llama una identidad. Es por esto que después de terminar tu carrera, no dices, soy una mujer que ejerce la arquitectura o la medicina o el diseño, tu dices; SOY arquitecta, SOY médica, SOY diseñadora.
De la misma forma, ERES mamá a medida que compartes más tiempo con ellos y te involucras más en sus vidas.
Los hijos nos desplazan del centro de nuestra propia vida, nos volvemos satélites que orbitan alrededor de ellos, y muchas veces perdemos nuestro centro, dejamos de ser prioridad. Ellos son nuestra razón, nuestro motor, nuestro TODO. En ese momento ser pareja ya no es nuestra identidad, ser mamá es nuestra identidad, ser mamá es lo que somos.
Siempre he dicho jocosamente, que los hijos pueden ser el peor enemigo del matrimonio, porque a veces la madre enfoca tanto su atención en los hijos, y desplaza de tal manera su atención lejos del esposo que se generan conflictos de pareja que a veces se vuelven irreparables.
Lo que sucede cuando los hijos se van es que muere esa identidad de madre, ese SOY mamá, ya no existe porque el centro ya no existe, como existía antes. El centro que son los hijos ya no está. Cuando los hijos se van de la casa, se experimenta una especie de muerte, hay que hacer un duelo, por eso duele tanto.
Después de que los hijos se van, a todas las mujeres que nos dedicamos 24/7 a criar a nuestros hijos, nos toca empezar a buscar un nuevo centro, para poder volver a construir una nueva identidad. Ese es el síndrome del nido vacío.
No puedo decirles que mi proceso fue fácil cuando mis hijos se fueron. Me tomó meses de reflexión y lágrimas volver a un estado de equilibrio. Creo que lo que más me ayudó a superar todo esto fue volver a recordar ese deseo inicial cuando tuve a mis hijos: “Quiero hijos independientes, capaces de enfrentar todos los retos de la vida. Hijos adaptables, que no tengan miedo a las nuevas experiencias, autosuficientes, valientes y recursivos.”
Me di cuenta de que en realidad la vida me estaba dando exactamente lo que había pedido, lo que había anhelado en lo más profundo de mi corazón. Ese día entendí que lo mejor que me pudo haber pasado es que mis hijos se hubieran ido, pues el hecho de que se hubieran ido era en realidad la culminación de un sueño.
Cuando me di cuenta de eso, dejé de pensar en la falta que me hacían, en lo difícil de estar sin ellos y ese dolor se transformó en una gratitud profunda en infinita con la vida, por el regalo de tener hijos con las habilidades que siempre soñé.
Desde ese momento empecé a ver la vida desde otra perspectiva, empecé a apreciar la libertad que tenía; el no tener que levantarme tan temprano a hacerles el desayuno, el no tener que ir por la casa recogiendo medias perdidas, el no tener que estar pensando que cocinar para ellos. Empecé a hacer las cosas que quería, a llegar tarde si el trabajo lo requería, sin sentir la culpa de no estar con ellos… Poco a poco fui recuperando mi centro y ahora puedo decir nuevamente: ¡YO SOY JUANA CANELA!
Quiero decirte que el nido vacío no se trata solo del silencio ensordecedor que se siente en la ausencia de los hijos. Se trata de volver a ubicarte en el centro de tu propia vida, en ese espacio que por tantos años ocuparon tus hijos. El nido vacío te da la oportunidad de volver a retomar tu libertad, esa libertad y manejo de tu tiempo que te permite hacer las cosas que siempre quisiste hacer; Volver a estudiar, unirte a un voluntariado, trabajar con más fuerza y dedicación, hacer el viaje que siempre soñaste con tus amigas, retomar todas esas cosas que dejaste para después. Entiendo por experiencia propia que volver a pensar en ti primero que en tus hijos no es nada fácil. Tomará tiempo acostumbrarse, pero sé que puedes lograrlo y una vez lo entiendas y veas lo maravilloso que es, vas a disfrutarlo.
El nido vacío no se trata sólo de la despedida de personas que se han ido, sino también de la bienvenida que debes darle a la persona que ha regresado, que eres tu mima.
#YoPuedoTuPuedes
#YoSoyJuanaCanela